Acostarse tarde puede provocar un aumento de la presión arterial y la frecuencia cardíaca. Con el tiempo, esto puede aumentar el riesgo de enfermedades cardíacas y accidentes cerebrovasculares.
La falta crónica de sueño afecta los procesos metabólicos del cuerpo, lo que puede llevar al aumento de peso y la resistencia a la insulina, lo que aumenta el riesgo de diabetes tipo 2.
El sueño es un momento crítico para la recuperación y regulación del sistema inmunológico. Acostarse tarde crónicamente debilita el sistema inmunológico, haciéndolo más susceptible a las infecciones.
Acostarse tarde a largo plazo puede causar cambios de humor, ansiedad y depresión, ya que la falta de sueño afecta los químicos cerebrales que regulan el estado de ánimo.
El sueño es esencial para la consolidación de la memoria y la función cognitiva. Acostarse tarde crónicamente puede afectar estas funciones, afectando el aprendizaje y la eficiencia laboral.
Acostarse tarde afecta la función normal del tracto gastrointestinal, lo que puede provocar indigestión, exceso de ácido estomacal y úlceras estomacales.