Niveles elevados de colesterol y triglicéridos en la sangre, especialmente niveles altos de colesterol de lipoproteínas de baja densidad (LDL-C), pueden provocar la deposición de lípidos en las paredes arteriales, formando placas.
La hipertensión a largo plazo aumenta la presión en las paredes de los vasos sanguíneos, causando daño y promoviendo el desarrollo de la arteriosclerosis.
La diabetes puede dañar las células endoteliales en los vasos sanguíneos, lo que lleva a niveles elevados de azúcar en la sangre, lo que acelera el proceso de arteriosclerosis.
La actividad física insuficiente puede llevar al aumento de peso, un mayor riesgo de hipertensión y diabetes, todos los cuales contribuyen a la arteriosclerosis.
El envejecimiento es un proceso natural que conduce al endurecimiento de las arterias a medida que las paredes arteriales se vuelven gradualmente más rígidas con el tiempo.
Los factores genéticos, como los antecedentes familiares, pueden aumentar el riesgo de desarrollar arteriosclerosis.
Las dietas altas en sal, azúcar, grasas saturadas y grasas trans pueden aumentar el riesgo de arteriosclerosis.