La disminución de la función pulmonar puede llevar a una eficiencia respiratoria reducida, afectando la ingesta de oxígeno y la expulsión de dióxido de carbono, lo que aumenta indirectamente la carga sobre el corazón.
Debido a la eficiencia reducida del intercambio de oxígeno en los pulmones, el corazón necesita trabajar más para satisfacer la demanda de oxígeno del cuerpo, lo que puede llevar a un aumento de la carga cardíaca.
La función pulmonar inadecuada a largo plazo puede llevar a hipoxia crónica, afectando la función del corazón y otros órganos, aumentando el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
La enfermedad pulmonar crónica a menudo se acompaña de respuestas inflamatorias sistémicas, con factores inflamatorios que pueden dañar el endotelio vascular, aumentando el riesgo de aterosclerosis y trombosis.
La disminución de la función pulmonar puede afectar la regulación de la presión arterial, llevando a una presión arterial elevada, que es un factor de riesgo importante para las enfermedades cardiovasculares.
La disminución de la función pulmonar puede ir acompañada de trastornos respiratorios del sueño, como la apnea del sueño, que aumentan el riesgo de enfermedades cardiovasculares.