Una biopsia consiste en extraer una muestra de tejido para su examen patológico y determinar si contiene células cancerosas. Este es el estándar de oro para el diagnóstico de cáncer.
Estas incluyen radiografías, tomografías computarizadas (TC), resonancias magnéticas (RM) y tomografías por emisión de positrones (TEP). Estas pruebas ayudan a los médicos a visualizar la estructura y función de los órganos y tejidos dentro del cuerpo, así como a detectar crecimientos anormales de tejido.
Estas incluyen análisis de sangre, análisis de orina y exámenes citológicos. Los análisis de sangre pueden detectar células cancerosas o marcadores, los análisis de orina pueden buscar células cancerosas en la orina y los exámenes citológicos implican el examen microscópico de células de fluidos corporales o muestras de tejido.
Los exámenes endoscópicos implican el uso de instrumentos como esofagoscopios, gastroscopios y colonoscopios para ver directamente el tracto digestivo u otros órganos internos. Estos exámenes permiten la visualización directa de las superficies de los órganos y pueden incluir biopsias si es necesario.
Ciertas proteínas o sustancias químicas pueden estar presentes en cantidades anormales en la sangre de los pacientes con cáncer. Estos marcadores tumorales pueden medirse a través de análisis de sangre. Sin embargo, es importante tener en cuenta que los marcadores tumorales elevados no siempre indican cáncer, ya que pueden ser causados por otras enfermedades o factores.
Algunos tipos de cáncer están relacionados con mutaciones genéticas. Las pruebas genéticas pueden ayudar a determinar si una persona porta mutaciones genéticas que aumentan el riesgo de cáncer.