Los ejercicios funcionales son una parte importante del tratamiento temprano de la espondilitis anquilosante. Los pacientes pueden mejorar la fuerza de la parte baja de la espalda y mantener la curvatura fisiológica de la columna vertebral a través de ejercicios como gimnasia por radio, el ejercicio de la golondrina, ejercicios de expansión del pecho y ejercicios de puente. Estos ejercicios también ayudan a mejorar la función respiratoria, mantener la densidad ósea y la fuerza, y prevenir la osteoporosis y la atrofia muscular.
Nota: Los pacientes deben elegir métodos y cantidades de ejercicio apropiados según su condición para evitar lesiones por sobreentrenamiento.
La terapia física, como compresas calientes, baños calientes y duchas, puede aumentar la circulación sanguínea local en las áreas afectadas, relajar los músculos, reducir el dolor y mejorar la actividad articular para mantener la función normal y prevenir deformidades.
Los AINE son la elección de primera línea para el tratamiento temprano de la espondilitis anquilosante, incluidos medicamentos como loxoprofeno, celecoxib, etoricoxib y meloxicam. Estos medicamentos tienen efectos antiinflamatorios, analgésicos y antipiréticos, y pueden aliviar rápidamente los síntomas.
Nota: Se requiere un estrecho monitoreo durante el uso para observar cualquier efecto adverso en el sistema cardiovascular, los riñones y el tracto gastrointestinal.
Para la afectación de las articulaciones periféricas, como los hombros, los codos, las rodillas y los tobillos, se pueden usar medicamentos como metotrexato, leflunomida y sulfasalazina. Estos medicamentos pueden controlar la progresión de la enfermedad y prevenir deformidades articulares.
Si los medicamentos orales son ineficaces, se pueden considerar biológicos como antagonistas del factor de necrosis tumoral (inhibidores de TNF-α) y anticuerpos contra la interleucina-17 (inhibidores de IL-17). Estos medicamentos pueden inhibir la inflamación en el cuerpo de manera específica, logrando mejores efectos terapéuticos.