Reducir la ingesta de grasas saturadas y grasas trans, comúnmente encontradas en alimentos procesados, comida rápida y productos horneados.
Aumentar el consumo de alimentos ricos en ácidos grasos omega-3, como pescados de aguas profundas (salmón, caballa, trucha, etc.).
Comer más alimentos ricos en fibra, como granos enteros, legumbres, verduras y frutas.
Mantener actividad física regular, como caminar rápido, nadar, andar en bicicleta y otros ejercicios aeróbicos, durante al menos 150 minutos por semana.
El ejercicio ayuda a aumentar los niveles de colesterol bueno (HDL) mientras reduce los triglicéridos y el colesterol malo (LDL).
La obesidad está asociada con niveles elevados de triglicéridos, por lo que mantener un peso saludable es crucial para controlar los triglicéridos.
Incluso la pérdida de peso leve puede mejorar significativamente los niveles de lípidos en sangre.
Revisar regularmente los niveles de lípidos en sangre, incluyendo triglicéridos, colesterol total, LDL y HDL.
Ajustar el estilo de vida o los planes de tratamiento con medicamentos según el consejo del médico.
Si los ajustes en el estilo de vida no pueden controlar eficazmente los niveles de triglicéridos, puede ser necesaria la medicación, como estatinas, fibratos o suplementos de ácidos grasos omega-3.
Siga la prescripción del médico y monitoree regularmente la efectividad del tratamiento y los posibles efectos secundarios.