Después de caminar durante mucho tiempo o hacer ejercicio intenso, los músculos pueden estar demasiado cansados para proporcionar un apoyo adecuado, lo que provoca que la rodilla pierda fuerza repentinamente.
La artritis u otras afecciones articulares pueden causar dolor y rigidez, afectando la estabilidad de la rodilla.
Las distensiones o esguinces en los músculos o ligamentos pueden provocar una pérdida repentina de soporte en la rodilla.
Los niveles bajos de azúcar en la sangre pueden resultar en una energía insuficiente para la función muscular, causando que la rodilla se sienta débil repentinamente.
Usar zapatos mal ajustados, como aquellos que son demasiado pequeños o están desgastados, puede provocar incomodidad o lesiones en los pies, afectando la estabilidad de la rodilla.
Los trastornos del oído interno o los problemas de equilibrio pueden hacer que el cuerpo pierda el equilibrio repentinamente, haciendo que la rodilla se sienta débil.
Condiciones como la disfunción tiroidea, desequilibrios electrolíticos o enfermedades cardiovasculares también pueden causar debilidad repentina de la rodilla.