El humo del tabaco contiene más de 7,000 químicos, con al menos 70 carcinógenos conocidos, como el benzo[a]pireno, las nitrosaminas y el formaldehído.
Al fumar, estas sustancias nocivas pueden dañar el ADN en las células pulmonares, lo que lleva a mutaciones genéticas. Estas mutaciones pueden causar un crecimiento celular incontrolado, formando eventualmente tumores.
El daño al ADN causado por fumar se acumula con el tiempo. Cuanto mayor sea la duración y la cantidad de fumar, más daño se acumula, aumentando el riesgo de cáncer de pulmón.
Fumar está asociado tanto con el cáncer de pulmón de células no pequeñas (NSCLC) como con el cáncer de pulmón de células pequeñas (SCLC). El cáncer de pulmón de células pequeñas es un tipo más agresivo y de crecimiento más rápido, más común entre los fumadores.
Las investigaciones muestran que los fumadores tienen entre 15 y 30 veces más probabilidades de desarrollar cáncer de pulmón que los no fumadores. Después de dejar de fumar, el riesgo de cáncer de pulmón disminuye gradualmente con el tiempo.
Además de fumar activamente, fumar pasivamente (inhalar humo de segunda mano) también aumenta el riesgo de cáncer de pulmón.
Además del cáncer de pulmón, fumar también está asociado con varios otros tipos de cáncer (como el cáncer oral, de laringe, de esófago y de páncreas), enfermedades cardiovasculares y enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC).