A medida que algunos pólipos intestinales crecen con el tiempo, el riesgo de malignidad aumenta. Los pólipos más grandes pueden causar un estrechamiento del lumen intestinal. Cuando las heces pasan por esta área estrecha, pueden volverse delgadas, similares a los fideos exprimidos.
Si se ignora este síntoma, los pólipos en crecimiento pueden eventualmente causar una obstrucción intestinal, lo que lleva a una dificultad significativa para defecar.
Los hábitos intestinales de una persona sana generalmente son regulares, con una evacuación intestinal por día, generalmente en la mañana después del desayuno. Sin embargo, la presencia de pólipos en el intestino puede interrumpir esta regularidad. Los pólipos pueden irritar repetidamente la mucosa intestinal, causando urgencias frecuentes para defecar.
No es una exageración decir que retrasar el tratamiento de los pólipos intestinales aumenta el riesgo de malignidad. Cuanto más largo sea el retraso, mayor será el riesgo. Si un pólipo se vuelve maligno, el enfoque del tratamiento cambia significativamente. Los pólipos no malignos pueden eliminarse mediante colonoscopia, pero los pólipos malignos a menudo requieren intervención quirúrgica. La cirugía puede implicar la eliminación de una sección del intestino y, posiblemente, la limpieza de los ganglios linfáticos regionales, con quimioterapia postoperatoria como un posible seguimiento.
La detección y el tratamiento temprano son esenciales. Incluso sin síntomas, las personas con alto riesgo de pólipos intestinales deben someterse a chequeos a tiempo. Los grupos de alto riesgo incluyen aquellos con poliposis adenomatosa familiar, antecedentes familiares de cáncer colorrectal, obesidad, fumadores y bebedores empedernidos a largo plazo, aquellos que rara vez consumen frutas y verduras, los que prefieren dietas altas en calorías y grasas, individuos mayores de 45 años y aquellos con antecedentes de colecistectomía o apendicectomía. Se recomiendan colonoscopias regulares para detectar y abordar posibles pólipos temprano.